Cleto el Breve: historia de un hombre pequeño


El diario que con picardía subrayó la frase más sugestiva de Julio Cleto Cobos cuando anunció su renuncia a la candidatura presidencial fue, como suele suceder, Página/12. Cobos, decía la bajada en tapa de la noticia, sostuvo que no renunciará a su cargo de vicepresidente “para demostrar que un radical es capaz de terminar un mandato”.
–¡¡Qué pedazo de boludo!! –dijeron muchos al oír o leer la frase.
Y es cierto, la frase parece boluda. Y también es cierto: Cleto tiene cara de boludo (cara de Cobos, apunta acá en la redacción Miguel Russo, “o de perro al que están culeando”, agrega). Pone cara de prócer pero le queda la de boludo. Recurre a las astucias menores típicas del zonzo que se cree sagaz. Se le pierden en el aire las frases vacías interminadas, ya no como a un boludo, sino al estilo de los opas en los viejos cuentos de Landriscina.
Pero lo que importa de Cobos, y sobre todo lo que encierra la frase, no es tanto el problema de la boludez como el de la miserabilidad política. Cobos, en su despecho, en su resentimiento, en su individualismo lánguido, dedicó la frase “para demostrar que un radical es capaz de terminar un mandato” al radicalismo. La dijo para herir, cagándose en su propio partido. Lo que acaso quiso reprimir pero le salió entre dientes en dirección al radicalismo y al mundo, creyendo con nada que está diez centímetros por encima de la media histórica, es que Yrigoyen, Illia, Alfonsín (dejemos aparte el caso De la Rúa), todos los que “no terminaron su mandato”, fueron una manga de inútiles o irrelevantes. El pequeño Cleto, en cambio, sólo él en la historia centenaria del radicalismo, descollaría cumpliendo un mandato constitucional. Que lo vaya a hacer pegado con mocos temerosos al ciclo potente de un gobierno peronista que representa lo contrario al cletismo no importa. Porque es él, Cleto. Es él y lo colectivo o lo político e incluso lo institucional que tanto declamó no valen nada. Secretamente, consciente o inconscientemente, hasta orgullosamente, si Cleto se queda hasta el último día como vice creerá que habrá sido por heroico mérito personal y es que las personas se ciegan y más se ciegan cuando los medios les construyen quince minutos de fama mediante atributos inexistentes.
Muere con Cleto, como murió con Blumberg, una parábola más del individualismo oportunista en política y de la antipolítica misma. Habrá que reconocerle que se quede en la UCR, si es que cumple con lo que prometió en su renuncia. Muere uno de tantos intentos de impostación, cuando se llena el puro vacío o la mediocridad reaccionaria con el libreto de las banalidades y santorales escritos por esa iglesia de la modernidad que son los medios. Sin apenas boxearlos, Cristina los va bajando de a uno: Das Neves, Sanz, Cleto, Pino bajando a Capital y acaso Macri detrás de Pino, para conservar al menos la ciudad (si Solanas baja, disputará votos de Macri, no sólo del FPV). Dada la irrelevancia electoral de Duhalde, si así sucediera sólo quedarían Ricardo Alfonsín y Cristina. Si así sucediera sería una buena noticia sobre la salud tanto de un radicalismo más o menos “histórico” como del peronismo (en ambos casos con liderazgos que apelan a discursos de centroizquierda) y más aún sobre la salud de las construcciones y los proyectos colectivos. Proyectos que contienen siempre conflictos a veces flagrantes, pero que son infinitamente más que la apuesta a sobrevivir y llegar al poder poniendo apenas un puñado de cosas en juego: la trepada en el vacío, el apoyo de las corporaciones, la negación de los conflictos, la cara de boludo.

Fuente: Miradas al Sur